Cuando la lujuria se va, el amor aparece; y del amor surge el anhelo. En el amor nunca puede haber satisfacción, ya que el anhelo aumenta hasta volverse una agonía que sólo cesa en la Unión. Nada sino la unión con el Amado puede satisfacer al amante.
El camino del amor es un sacrificio continuo; y lo que se sacrifica son los pensamientos del ‘yo’ del amante, hasta que por fin llega el momento en que el amante dice “¡Oh Amado! ¿Llegaré alguna vez a ser uno contigo y así perderme para siempre? Pero que esto así sea únicamente si es tu Voluntad”. Esta es la etapa del amor iluminado por la obediencia.
Ahora el amante atestigua continuamente la gloria de la Voluntad del Amado; y ni aun presenciándola, piensa en la unión. Voluntariamente entrega la totalidad de su ser al Amado abandonando todo pensamiento de sí mismo. Esta es la etapa en la que el amor es iluminado por la entrega.
Entre millones solamente uno ama a Dios; y entre millones de amantes, sólo uno logra obedecer y finalmente entregar su ser entero a Dios, el Amado.
Yo soy Dios personificado. Ustedes, que tienen la suerte de estar en mi presencia viva, son afortunados y son bendecidos.