La condición del mundo, la discordia y la incertidumbre presentes por doquier, la insatisfacción general y la rebelión contra todas y cada una de las situaciones, muestran que el ideal de perfección material es un sueño vacuo, y prueban la existencia de una Realidad eterna más allá de lo material; porque si esta Realidad no existiese, el aumento de bienestar material de millones de personas que la ciencia ha traído consigo habría producido contento y satisfacción, y la tremenda imaginación que la ciencia ha proyectado en la consciencia general hubiese abierto las puertas de la felicidad. El hombre piensa que nunca han habido tantos logros y tantas promesas de mayores logros como ahora; pero lo cierto es que nunca ha habido tanta desconfianza generalizada y descontento y miseria. Las promesas científicas se han demostrado vacías, y su visión falsa.
Sólo la Realidad es real; la única cosa verdadera que puede decirse es, la Realidad existe, y todo lo que no es lo Real no tiene existencia sino como ilusión. En lo más recóndito de su corazón la gente lo sabe, y si bien durante un tiempo se dejan seducir por las falsas promesas de la ilusión tomándolas como reales, nada más que lo Real los puede satisfacer; y acaban hartos de la miseria que el casi ilimitado juego de la falsa imaginación gradualmente trae consigo. Tal es la condición actual de la mayoría de las personas. Aun Yo me encuentro harto y miserable. ¿Por qué he de estar así si Soy libre? Porque, como dijo Buda: “Soy eternamente libre y estoy eternamente atado”. Estoy atado a causa de las ataduras de la gente, y hastiado y miserable por su hastío y miseria. Aun los más grandes científicos se quedan consternados ante las áreas de conocimiento que aún están fuera de su alcance; y quedan atónitos frente a lo que sus descubrimientos pueden desencadenar. No pasará mucho tiempo antes de que admitan un completo desconcierto y afirmen la existencia de esta Realidad eterna, a la que los hombres llaman Dios, y que es inaccesible a través del intelecto.
El hombre común, aunque está completamente harto de ser estafado del premio que el materialismo promete y parece negar la existencia de Dios y haber perdido la fe en todo, excepto en la ventaja inmediata, en realidad nunca pierde su innata creencia en Dios ni su fe en la Realidad que está más allá de la ilusión del momento. Su aparente duda y pérdida de fe se deben sólo a la desesperación de la mente, pero no tocan su corazón. Vean a Pedro. Negó a Cristo. La desesperación hizo que su mente negara, pero en su corazón sabía que Cristo era Quien era. El hombre común nunca pierde la fe. Es como quien escala una montaña hasta cierta altura, y al sentir frío y dificultad para respirar, regresa al pie de la montaña. Pero la mente científica sigue subiendo la montaña hasta que su corazón se congela y muere. Pero esta mente se tambalea de tal forma ante la vastedad de lo que aún queda fuera de su alcance, que se verá forzada a admitir la futilidad de su búsqueda y a volverse hacia Dios, la Realidad.