El Avatar atrae sobre Sí el sufrimiento universal, pero es sostenido bajo tan inmensa carga por Su infinita Dicha y Su infinito sentido del humor. El Avatar es el Eje o Pivote del universo, la Pieza Central de las piedras pulidoras de la evolución, y por eso tiene una responsabilidad hacia todos y todo.
A cada momento en el tiempo es capaz de cumplir separada y conjuntamente los innumerables aspectos de Su deber universal, ya que Sus acciones no están constreñidas en modo alguno por el tiempo y la distancia, ni por el aquí y ahora de los sentidos. Mientras está ocupado en cualquier acción particular en el plano denso, está trabajando simultáneamente en todos los planos interiores. A diferencia de las acciones del hombre común, cada acción del Avatar en el plano denso acarrea un sinnúmero de resultados de largo alcance en los diferentes planos de la consciencia. Su trabajo en los planos interiores se realiza sin esfuerzo y continúa por sí mismo, pero a causa de la propia naturaleza de lo denso, Su trabajo en el plano denso entraña un gran esfuerzo.
Por regla, cada acción de una persona común está motivada por un fin aislado y sirve a un solo propósito; sólo puede acertar en un blanco a la vez y ocasionar un resultado específico. Pero con el Avatar, Él siendo el Centro de cada uno, cualquier acción Suya en el plano denso produce una red de resultados diversos para personas y objetos en todo lugar.
La acción del Avatar en el plano denso es como el encendido de un interruptor principal en una central eléctrica, que inmediata y simultáneamente libera una inmensa fuerza a través de muchos circuitos, poniendo en acción variadas ramas de servicios como fábricas, ventiladores, trenes y trolebuses, e iluminación para ciudades y pueblos.
Una acción física ordinaria del Avatar libera inmensas fuerzas en los planos interiores, y así se convierte en el punto inicial para una cadena de operaciones, cuyas repercusiones e implicaciones se manifiestan en todos los niveles y son universales en alcance y efecto.
Todo en el universo es, y ha sido desde el principio, una materialización del Antojo Original divino cumpliéndose irrevocablemente sin fallo, desvío o decaimiento. Es el desarrollo de la película de la creación en la pantalla de la consciencia, secuencia tras secuencia, según el patrón emitido desde el Antojo Original. No obstante, cuando Dios como Dios-Hombre juega el papel de Espectador, puede alterar o borrar a Su avatárico antojo cualquier cosa o suceso que estuviese predeterminado desde el Antojo Original. Pero el mero surgir del antojo avatárico estaba inherente en el Antojo Original.
Los sufíes distinguen entre Qaza o acontecimientos predeterminados, y Qadar o sucesos que son impulsivos o ‘accidentales’. Las acciones del Avatar o del Qutub son impulsivas y surgen de su infinita compasión; y el funcionamiento de este antojo alivia y otorga belleza y encanto a lo que de otra manera sería un rígido determinismo.
Las acciones del Qutub traen consigo modificaciones en el Plan divino previamente determinado, pero son limitadas en su alcance. En cambio las intervenciones del Avatar traen consigo modificaciones a escala universal. Por ejemplo, supongamos que fue divinamente ordenado que ocurriese una guerra en 1950. Esta debe tener lugar en el momento señalado, y la secuela de eventos que le sigue cumplirá puntualmente con la agenda actual. Sin embargo, si el Avatar está en ese momento en el mundo podría, en Su ejercicio de Qadar evitar la catástrofe mediante alguna acción particular en el plano denso. Y así, en el funcionamiento inexorable de las leyes de la Naturaleza, puede entrar el inexplicable antojo divino, deletreando paz en vez de guerra en el diario del hombre. Kabir ha dicho:
“Kabir rekha karam kee kabhee na meete Ram
Meetanhar samarth hai para samajh kiya hai kam.”
“¡Oh Kabir! Las líneas del destino nunca son borradas por Rama;
Él es Todopoderoso y puede deshacer el destino, pero nunca lo hace,
ya que ha dado plena consideración a lo que ha planeado.”
Por regla general, el Avatar no interfiere en la marcha de los destinos humanos. Lo hará solamente en momentos de extrema necesidad, cuando lo considera absolutamente necesario desde Su punto de vista que lo abarca todo. Porque una simple alteración en el patrón ya planeado e impreso, en el que cada línea y punto es interdependiente, significa una sacudida y un re-enlace de una interminable cadena de posibilidades y eventos. La más mínima divergencia de la línea previamente trazada del Destino, no sólo requiere infinitos ajustes dentro de la órbita inmediata del individuo en cuestión, sino que también involucra en sus interminables repercusiones a todos aquellos que están conectados por las ligaduras de sanskaras pasadas.
El antojo avatárico es también parte del Destino divino. Qaza toma en cuenta la absoluta necesidad de la intervención ‘casual’ del Avatar, y la misma imprevisibilidad de esta intervención está prevista en Qaza, para que Su compasión infinita, por la que tiene lugar Su intervención, no pueda ser negada.
En el cumplimiento del antojo avatárico no hay el menor elemento de azar. El objetivo de la acción del antojo es perfecto y su resultado es preciso.
El antojo de una persona común, cuando se manifiesta, puede tener consecuencias que lo exceden completamente, como ilustra la siguiente historia.
Un borracho pasaba por un manzano silvestre y tuvo el antojo de saborear uno de sus frutos. Generalmente un borracho tiene aversión por las cosas ácidas o agrias, porque anulan los efectos de la bebida, de modo que el deseo de este hombre por una manzana silvestre era puramente un antojo, independiente del pensamiento o del deseo real. El hombre tomó una piedra y la arrojó contra el árbol. La piedra no alcanzó ningún fruto, mató a un pájaro, ahuyentó a otros muchos y cayó sobre la cabeza de un viajero que descansaba al pie del árbol. De este modo, la expresión fortuita del antojo del borracho no sólo falló en cumplir el antojo, sino que trajo consigo resultados completamente fuera de este. El antojo era simplemente un capricho solitario, y la acción que de él surgió no tenía relación alguna con su objetivo.
Algo así no puede suceder jamás en el ejercicio del antojo del Avatar. Al surgir desde la compasión y la expresión de la Perfección, es perfecto en su objetivo y resultados.