“Cuando me volví un amante pensé haber obtenido la Perla de la Meta; necio de mí, ignoraba que esta Perla yace en el fondo de un océano con innumerables olas que enfrentar y grandes profundidades que sondear.”
Al principio el buscador de la Verdad es como un hombre quien, habiendo oído que una perla de valor incalculable puede recogerse en las profundidades del océano, va hasta la orilla del mar y primero admira la vastedad del océano y entonces chapotea y salpica en la orilla, y embriagado con esta nueva excitación, se olvida de la perla.
De muchos que hacen esto, uno, después de un tiempo, recuerda su búsqueda, aprende y comienza a nadar.
De muchos que hacen esto, uno se vuelve nadador experto y llega a mar abierto; los otros perecen en las olas.
De muchos nadadores expertos, uno empieza a bucear; los otros, entusiasmados con su destreza natatoria, otra vez olvidan la perla.
De muchos que practican el buceo, uno alcanza el fondo del océano y toma la perla.
De muchos que toman la perla, uno nada de regreso a la superficie con ella; los otros permanecen atrapados en el fondo, observando con asombro la perla.
De muchos que nadan hasta la superficie, uno regresa a la orilla. Este es el Maestro Perfecto (Qutub) y Él enseña Su perla a los demás: los buceadores, los nadadores, los chapoteadores, y así los anima en sus esfuerzos. Pero Él puede si lo desea, ocasionar que otro se vuelva poseedor de la perla sin que tenga que aprender a nadar y bucear.
Pero el Dios-Hombre o Avatar es el Maestro de Maestros (Qutub-al-Aktab) y puede dar posesión de la Perla a cuantos guste. El Qutub es Perfección perfecta, pero está restringido por Su cargo respecto a Su ayuda a los hombres. El Avatar está más allá de los límites de función; Su poder y los efectos de Su poder son ilimitados. La absoluta Perfección del Maestro Perfecto es la misma que la del Dios-Hombre. La diferencia entre ellos está en el alcance de su función. Una es limitada, la otra es ilimitada.