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Perdidos en su océano

Perdidos en su océano

Perdidos en su océano

Me han hecho esta pregunta: ¿Si no llegaran a cumplir la orden de Meher  Baba, y su deseo y sus preceptos, ustedes estarían perdidos?

¿Pero perdidos dónde? ¿En Su Océano Infinito? ¿Hay para nosotros algún lugar para que nos perdamos ahí? No, no hay lugares para que nos perdamos; él está ahí. Pero entonces, en esta o aquella situación particular, lo disgustamos, y entonces, por así decirlo, estamos perdidos. Hemos caído y deberíamos pedir a gritos su ayuda. Sí, nos incumbe obedecerlo, y si no lo hacemos, estamos perdidos en un sentido, en ese momento. ¿Puedo darles un ejemplo, mi propio caso, en el que debería haberme perdido, aunque aún me encuentro entre ustedes? ¿Les gustaría escuchar ese caso?

Sucedió que en 1938 Baba me llamó junto con mi familia (o sea, a mi madre y a mi padre, a mi hermano y a mis hermanas) para que estuviéramos con él, dejáramos todo y lo siguiéramos. Naturalmente fuimos y, por su gracia y por su ayuda, lo seguimos. De una manera u otra, nosotros que éramos lisiados y débiles, mediante Su gracia pudimos esforzarnos, arrastrarnos, caminar y a veces correr. Pasaron los años. En lo que a mí refiere digo que, bueno, intenté todo lo que pude para complacerlo y cumplir sus deseos.

Sucedieron muchas cosas. Salimos de gira, giras en busca de masts, giras en procura de familias indigentes, y de trabajo con los pobres, los dementes, los masts y los leprosos. Luego estuvimos con él en la Nueva Vida. Él nos aseguró que no regresaríamos, y recorrimos la India y entonces, de alguna manera, nos encontramos de nuevo en el lugar del que habíamos partido, en Meherazad. Allí Baba completó la fase de la Nueva Vida, llamada manonash.

La Nueva Vida fue un tiempo estimulante porque teníamos gran libertad para vivir una vida de desesperanza y desamparo absolutos. Pero era físicamente agotadora. Yo era fuerte siendo joven, más fuerte que cualquiera de ustedes, pero la fortaleza tiene fin, y Baba te empuja hasta el límite mismo de tu resistencia. De modo que cada mañana al levantarme, yo me decía, “un día más, hazlo tan sólo durante este día”. Porque Baba recalcaba mucho el trabajo del manonash y parecía indicar que, si él lo completaba exitosamente, de alguna forma se suprimiría el peso del trabajo. Al menos esa era mi impresión. Entonces yo lo lograba con dificultad, un día por vez, hasta que al final, el 31 de enero de 1952, Baba hizo cavar el dhuni detrás de la que ahora es mi cabaña, y declaró que él había terminado satisfactoriamente el trabajo en un ciento por ciento.

Eso lo escuché con un gran suspiro de alivio, como un caballo que finalmente llega al establo y al fin puede tener alguna clase de descanso y distensión. Pero ni bien Baba anunció que su trabajo se había completado, inició una nueva fase del trabajo, la cual incluía viajar a Occidente, y Baba me dijo que yo lo acompañaría.

Le dije: 

–Pero Baba, es imposible que este cuerpo te sea útil, está luchando y a punto de caer. No puede soportar el esfuerzo y la tensión constantes. Si voy seré solamente una carga para ti. –Baba replicó que quería que yo fuera. ¿Pero cuál era mi trabajo? Velar por el bienestar físico de Baba, y yo pensé que no podría hacer eso. Que Baba tendría que cuidarme a mí en lugar de que yo lo cuidara a él, y le supliqué que me dispensara de eso, diciéndole que yo sería solamente un estorbo, una carga para él.

–Debes venir –me contestó Baba. Caí de rodillas y le pedí perdón. 

–Por favor, Baba, no hagas esto. Sé que seré solamente un estorbo para ti.

Interiormente yo sabía que no me era posible ir. El esfuerzo sobre mi cuerpo había sido demasiado, la extremada fatiga que estaba sintiendo hacía que me fuera difícil pararme y me temblaban las piernas; yo sabía que no estaba en condiciones de viajar a Estados Unidos y de cuidar a Baba allá, y por eso le rogué que me dispensara, que me permitiera quedarme. Finalmente, Baba se disgustó por mi actitud y me dijo con gestos: 

–Bueno, ¿de qué sirve entonces que vivas conmigo? ¡Vete de aquí! ¡Vete! Si no me obedeces, ¿qué importa que vivas conmigo? –Diciendo esto, Baba abandonó su asiento para retirarse a su habitación por la noche.

Fui en silencio hacia mi cabaña con el fin de prepararme para marcharme.  Baba tenía razón, si yo no iba a obedecerlo, entonces debería marcharme, de modo que empecé arreglar mis cosas para irme. Iba a empacar mis pertenencias y recogí mi frazada, pero entonces me di cuenta: esta frazada no es mía, me la dio Baba. Baba también me dio las sábanas. Habíamos venido como refugiados y Baba nos lo había dado todo. Ahora bien, Baba me había dado todo. Hasta la ropa que tenía puesta me la había dado Baba.

Me di cuenta de que no podía llevarme nada, todo pertenecía a Baba. Tenía que irme desnudo. Eso sería vergonzoso, pero no me molestaba. Lo que me molestaba era pensar que alguien me vería y no pensaría bien de Baba. No se vería bien que yo me fuera desnudo de Meherazad. Por mí no me importaba, pero yo no quería hacer nada que pudiera desprestigiar a Baba, por lo que decidí esperar un poco más hasta que oscureciera, y entonces me iría.

Pero ni bien tomé esta decisión me hallé frente a otro problema. Pensé: “Ni siquiera este cuerpo es mío. He entregado completamente a Baba no sólo lo que poseo sino también mi cuerpo. ¿Ahora cómo podré quitárselo? No me pertenece a mí, le pertenece a Baba”. Cuando estos pensamientos me estaban asaltando, uno de los mándalis golpeó mi puerta con un mensaje de Baba. Yo tenía que quedarme en Meherazad, cenar e irme a dormir, y Baba hablaría conmigo por la mañana.

Pero durante esa noche el Compasivo hizo que alguien mecanografiara una circular, y lo primero que Baba hizo a la mañana siguiente fue dármela para que la leyera. Hasta hoy no sé quién mecanografió la circular esa noche, pero Baba se limitó a entregármela y decirme que la leyera. Decía que poco después de que Baba se fuera a Occidente, Pendu y yo saldríamos por toda la India y Pakistán a dar el mensaje de amor de Baba para todos. Viajaríamos por el país contándole a la gente sobre Baba y viendo quién quería unirse a Baba en la Nueva Vida, en la nueva fase de su trabajo que estaba comenzando. Leí la circular y pensé: “Esto es peor que si yo hubiera ido a Estados Unidos. Viajar a Estados Unidos sería fácil en comparación con esto”. Esto era mucho más arduo y sería mucho más agotador, no había duda de eso, pero entonces yo lo merecía.

Baba me dijo si tenía alguna pregunta. Nada se dijo sobre el día anterior y sobre la orden de Baba de que yo me marchara. Baba me preguntó meramente si yo tenía alguna pregunta que hacer. Le dije: 

–Pero Baba, ¿qué debería decir? No soy un orador público. Nunca he dado charlas y no sé nada de espiritualidad. ¿Cómo se supone que le cuente a la gente acerca de ti? –pues desde que llegué a Baba le había barrido el piso y le había tendido la cama; en suma, había sido su sirviente; yo no estaba hecho para hablar en público.

Pero el episodio de la cabaña me ayudó, pues comprendí que nada me pertenecía y que yo no me pertenecía. Eso me ayudó. Él está aquí si nos perdemos por completo. Todo depende de cuánto nos perdamos. Necesitamos perdernos totalmente, y entonces nos convertimos en suyos. Entonces él nos maneja. A veces nos volvemos demasiados francos, a veces demasiado severos, y a veces retorcidos; Baba sólo nos mejora y nos usa como sus instrumentos. Así es como todo eso me ayudó.

Sin embargo, cuando Baba me preguntó si yo tenía alguna pregunta que hacerle, le dije: 

–¿Pero qué mensaje debería dar?

Baba me dijo: 

–Bueno, has estado viviendo conmigo desde hace muchos años. Tus ojos y oídos han estado abiertos. Cuéntale simplemente a la gente lo que has visto y oído mientras vivías conmigo durante tantos años.

–Pero Baba, no soy un orador público. Nunca he hecho algo así.

–¿Qué te hace pensar que tú estarás hablando? Antes de que empieces a hablar, párate ahí y recuérdame. Di: ‘Baba, Tú quieres que yo hable, entonces habla’ y después solamente abre tu boca y no te preocupes por eso.

Y después de que Baba partió hacia Occidente en abril de 1952, Pendu y yo salimos de gira por el país, tal como Baba nos había ordenado. Y continúo haciéndolo hasta ahora. Incluso hoy, cuando me siento aquí, hago lo que Baba me dijo que hiciera. Y por ser infinitamente compasivo, Baba no me instruyó en ninguna otra cosa que de otro modo podría haber sido un problema. Como les he contado muchas veces, aunque vivía con Baba, yo era un observador, no un devoto ni un creyente. Sabiendo que me resultaría difícil decir “Baba es el Avatar” o “Baba es el Antiguo” con una convicción del ciento por ciento, Baba me indicó que dijera: “Baba dice que él es el mismo Antiguo que vino otra vez para estar en medio de nosotros”. La compasión de Baba me rescató incluso en esta minucia.

Entonces nos perdemos, no hay duda, pero Él está siempre allí para encontrarnos. Si no logramos cumplir una orden, entonces estamos perdidos, no hay duda de ello. Pero Él es quien nos encuentra. Nunca es demasiado tarde, y nunca estamos perdidos para siempre. 

Los que le dan la espalda o lo atacan se enfrentan finalmente con Él porque Él está en todas las direcciones. Él es el Infinito, es compasión infinita, y en Su compasión, trata de acelerar nuestro enfrentamiento con Él. Pero somos libres como para permanecer firmes e inflexibles. Somos libres como para darle la espalda, y entonces nos dice: “Muy bien, tómate tu tiempo, no tengo prisa”.

Él es impaciente en Su amor que siempre fluye. Si no reconocemos esta impaciencia, entonces continuamos nuestro sendero lejos de Él, y Él nos permitirá que lo hagamos. Pero finalmente deberemos enfrentarlo porque Él está en todas partes. Él está por doquier. No hay lugar en el que Él no esté. Él es todo, no hay nada en lo que Él no esté. Una vez Baba nos preguntó: 

–¿Qué es el infierno? –Como de costumbre, todos le dimos diferentes respuestas, y entonces Baba gesticuló–: Cualquier cosa que ustedes consideren que el infierno sea, sepan que yo también estoy allí. No puedo ser excluido del infierno porque yo estoy en toda la existencia. Entonces, tan pronto ustedes le dan existencia al infierno, yo también estoy allí.

Desde el punto de vista de la Realidad, no existe nadie salvo Él. ¿Quién se está perdiendo entonces? ¿Quién está siendo castigado? ¿Quién le vuelve la cara? Nadie, salvo Él Mismo. No hay nadie, salvo Él Mismo. Entonces, a decir verdad, Él es el que Se aleja de Sí Mismo, Él es el que nos hace caer, pero a menos que caigamos, ¿cómo podrá ejercer Su compasión? Sin embargo, como seres humanos, nos incumbe asumir nuestras propias debilidades. Aunque sea Él quien nos hace caer, decir eso es presuntuoso de nuestra parte. Nos incumbe asumir nuestras debilidades y aceptarlas como propias. Y luchar para vencerlas. No debemos cavilar sobre nuestras debilidades ni pensar todo el tiempo: “Yo soy muy débil”. Pero tampoco debemos volvernos complacientes y decir: “Bueno, estoy haciendo esto solamente porque Baba quiere que yo lo haga”. Debemos hacer todo lo posible para obedecer a Baba, pero también debemos comprender que es imposible que alguien pierda Su amor y Su compasión. Debemos concentrarnos en eso, no en nuestras fallas, sino en Su amor. Pues Su amor es eterno e invencible.


Honestidad