A veces la gente me pregunta: “¿Cuál fue el episodio más gracioso que usted puede recordar de cuando estaba con Baba?”. Son muchos los episodios graciosos que puedo recordar. El sentido del humor de Baba era tan perfecto que hasta las cosas relativamente intrascendentes podían llegar a ser una fuente de gran diversión para todos nosotros. Pero recuerdo una vez en la que Baba se divirtió mucho con algo ¿Les gustaría escuchar esta historia?
Sucedió cuando estábamos viajando en busca de masts. En esta particular ocasión viajábamos en auto, y yo era quien conducía. Baba estaba sentado a mi lado en el asiento de adelante. Atravesábamos un pueblo y estábamos precisamente en las afueras cuando en el camino se aglomeró un gentío. Eran tantas las personas delante de nosotros que apenas nos podíamos mover.
Yo me concentraba en avanzar de a centímetros con el auto, tratando de encontrar una senda a través de esa oleada humana, impaciente porque Baba siempre tenía prisa cuando viajábamos, y pensé que esta demora inesperada no le agradaría. Pero de repente, mientras yo estaba manejando, me di cuenta de que el cuerpo de Baba se sacudía. Pude sentir las vibraciones en el asiento del auto, eché un vistazo y observé que Baba estaba riéndose con fuerza.
En realidad se reía con más fuerza de la que yo jamás lo había visto reír. Por supuesto, Baba no hacía ruido cuando se reía, pero su cara se enrojecía y su cuerpo se sacudía con una risa que él reprimía. Me sorprendí al ver a Baba en ese estado de ánimo y le pregunté por qué se estaba riendo. Baba me señaló el costado del camino.
Adelante, donde Baba estaba señalando, estaba la tumba de un santo, y por ese motivo había tantas personas en el camino. Evidentemente era el aniversario de la muerte de este santo y muchas personas acudían para prosternarse y tributarle su respeto.
–Sí, Baba –le dije, sin poder ver qué era lo divertido. Baba me señaló a alguien que estaba en el camino. Había tantas personas que me resultó difícil saber a quién estaba señalando. Baba me indicó con un gesto al hombre que tenía puestos un sombrero y un saco, pero había muchos así vestidos–. ¿Aquel hombre? –le pregunté mientras le describía a quien me parecía que Baba se refería.
Baba sacudió la cabeza:
–No –y volvió a señalar.
–Ah, ¿aquel hombre que acaba de inclinarse ante la tumba?
Baba asintió con la cabeza:
–Sí –y agregó con ademanes–: Él se está prosternando ante sí mismo.
Esto me hizo comprender que, en una vida anterior, ese hombre había sido un santo al que todos habían ido a adorar. Pero vean lo gracioso de esto. ¡Este santo, en una nueva encarnación, también había acudido y ahora se estaba prosternando en reverencia ante su propia tumba! Este evento gracioso en la ilusión fue muy divertido para Baba.