En el norte de la India había un hombre muy concienzudo en el cumplimiento de sus deberes; era guarda de un tren y su puesto era muy importante por ser responsable de toda una formación. También era muy devoto del Señor Krishna, y asistía todas las veces que podía a los programas vespertinos de música devocional en alabanza al Señor Krishna.
Una noche, mientras asistía a ese programa, se abstrajo por completo en la repetición del Nombre de Krishna y en cantar Su gloria, y se olvidó de todo, salvo de su alegría al alabar a su Señor. El programa terminó al amanecer y de golpe él volvió en sí mismo. Sumido en su éxtasis se había olvidado totalmente de la hora y se suponía que debía haberse presentado en la estación a prestar servicio a las dos de la mañana, pero ahora llegaba dos horas tarde.
Muy inquieto corrió hacia la estación. El tren podría haber llegado tarde un minuto o dos, pero él sabía que, por haber llegado unas horas tarde, habría perdido el tren. Esta era una grave falta reglamentaria y estaba seguro de que perdería el trabajo por esa causa. Al llegar a la estación corrió a ver directamente al jefe de estación para darle una explicación y disculparse. Pero antes de que pudiera decir una sola palabra, el jefe de estación exclamó cuando lo vio entrar corriendo:
–¿Qué ocurrió? ¿Dónde está el tren?
El guarda empezó a disculparse por haber perdido el tren, pero el jefe de estación lo interrumpió insistiendo:
–¿Ha habido un accidente? ¿Qué ocurrió?
–No lo sé –replicó el guarda–. Perdí el tren.
–¿Qué quiere decir con eso de que perdió el tren? ¿Dónde lo perdió?
–Aquí. Anoche no llegué a tiempo para irme con el tren –le explicó el guarda.
–¿De qué está usted hablando? –inquirió el jefe de estación–. Anoche usted tomó el tren. ¿Qué ocurrió ahora? ¿Ha habido un accidente que usted regresó tan pronto?
–Yo nunca me fui –insistió el guarda–. Tan sólo ahora estoy llegando para tomar servicio.
–¡Qué disparate! –exclamó el jefe de estación–. Anoche tomamos juntos el té antes de que usted se fuera. Revise, revise el libro de guardia si no me cree. ¡Usted lo firmó con su nombre cuando tomó servicio en el tren! –El jefe de estación llamó a un empleado, quien trajo el libro de servicio y, por supuesto, ahí estaba la firma del hombre. El empleado también atestiguó que esa noche les había servido el té a ambos. Después vinieron otros que también juraron que habían visto al guarda cuando subía al tren y tomaba servicio.
El guarda se dio cuenta repentinamente de lo que debía haber sucedido. Él sabía que había estado en el programa de bhajans. Por lo tanto sólo podía haber sido el Señor Mismo quien lo había reemplazado, tomado el té, firmado el libro de servicio y haciéndose cargo del tren. Mientras él estaba cantando las alabanzas al Señor, el Señor había venido para atender su obligación por él. El hecho de comprender esto convirtió al hombre en un mast, renunció ahí mismo y pasó el resto de su vida vagando sin descanso de un lugar a otro, recordando a su amado Señor Krishna, glorificándolo y escribiendo Su Nombre, “Krishna, Krishna” en todos los lugares por los que iba.
Bueno, durante nuestros viajes nos enteramos de este mast conocido como Mast Krishna, y Baba nos hizo saber que deseaba ponerse en contacto con él. Baba viajó todo el trayecto, desde Ahmednagar hasta el norte de la India, para verlo. Mast Krishna se encontraba muy frecuentemente en un pueblito del Estado de Nahan, y durante días recorrimos la zona buscándolo. Pero era tan inquieto que nunca se quedaba mucho tiempo en un sitio. Nos enterábamos de que estaba en algún lugar, pero cuando llegábamos allí, se había ido a otro lugar. Le seguimos el rastro durante dos días sólo para perderlo una y otra vez. Baba ansiaba cada vez más ponerse en contacto con el mast, pero mientras tanto éste pasaba todo su tiempo buscando a su amado Krishna. Siempre podíamos decir dónde había estado el mast porque veíamos “Krishna, Krishna” escrito en las paredes de los edificios de cualquier calle por la que él había pasado.
Pasamos la noche en un albergue y una vez más íbamos a salir a la mañana siguiente en busca de Mast Krishna cuando, durante la madrugada, pudimos oír a lo lejos el cántico “Krishna, Krishna, Krishna”. Baba se apresuró a cruzar la puerta y salir a la calle, y entonces lo vimos. Al final Mast Krishna se encaminaba por la calle hacia nosotros. Le echó un vistazo a Baba e instantáneamente empezó a correr hacia Baba cuando también Baba corría rápidamente hacia el mast. Juntos corrieron y se abrazaron. ¡Fue un divino espectáculo ver aquello: el amante y el Amado estrechados en un abrazo aparentemente inseparable! El encuentro de ellos fue tan intenso que cayeron y rodaron juntos por la calle, abrazándose mutuamente. Nunca olvidaré esa demostración de Verdadero Amor. Tal es el amor del Señor hacia Su amante, y así es cómo, cuando el anhelo es intenso y sincero, el amante es atraído hacia su Amado.
Esa es la historia de Krishna, el mast, quien perdió toda la consciencia del mundo buscando a su Señor y finalmente Lo encontró. Baba solía llamar a los masts sus amados hijos, y nosotros pudimos ver por qué. El amor de ellos hacia él era tan grande, tan puro y tan conmovedor. ¡Y el amor de Baba hacia sus hijos era aún mayor! Eso es así. El Amado Divino viene a buscarnos queriendo que Lo amemos y anhelando nuestro amor. Y cuando Él crea en nosotros el amor, entonces nosotros lo anhelamos y buscamos a Él. Y cuando nuestro amor alcanza determinada intensidad, Él viene en persona, buscando a Sus amantes, para que reciban Su amor. Todo es el juego del amor.