Comenzó un nuevo capítulo de la vida de Krishna. Él y Balarama fueron instruidos en temas espirituales y también en el arte de la guerra. Sus deberes se ampliaron hasta incluir la diplomacia y la institución de la monarquía. Sin embargo Krishna no olvidó a sus compañeros que estaban en Vrindaván, enviándoles allá un mensajero para consolarlos, recordarles que los amaba y hacerles presente que estaba siempre con ellos. El hecho de que Krishna recordara a las gopis se asemeja a que Meher Baba se acordara de sus propias gopis en la década del 1930 cuando constantemente les enviaba amorosos mensajes y aliento cuando estaba separado de ellas.
Las gopis reaccionaban con tanto amor y devoción ante los mensajes de Krishna que el mensajero de éste quedaba consternado. Ellas dedicaban a su querido Señor Krishna todos sus pensamientos, palabras y acciones. Vrindaván ardía de amor por Krishna. Cuando el mensajero de éste aprestaba su carruaje para regresar a Mathura, la comunidad de Vrindaván lo cargaba con regalos y comida para su amado Krishna. En este advenimiento Hamirpur nos hace acordar a Vrindaván en la venida de Krishna.
La siguiente etapa de la vida de Krishna lo ubicó de lleno en medio de una guerra legendaria en la que defendió el alma de la India y sus reinos. A fin de entender el rol de Krishna en esa guerra, se necesita tener unos pocos antecedentes del Mahabharata, la epopeya de este período de la India histórica, que es un poema de cien mil versos. El resumen siguiente será mucho más breve.
El rey de Hastinapura tenía dos hijos: Dhritarashtra y Pandu. Debido a que Dhritarashtra era ciego de nacimiento, Pandu ascendió al trono. Sin embargo, debido a cierta ofensa, Pandu tuvo que recluirse en el bosque con sus dos esposas Kunti y Madri. Kunti era hermana de Vasudeva y, por lo tanto, tía de Krishna. Mientras Pandu cumplía su castigo en el bosque, sus dos esposas dieron a luz cinco hijos, que fueron conocidos como los Pandavas. El hijo mayor fue Yudisthira. Otro de los Pandavas, Arjuna, estaba destinado a convertirse en el discípulo más cercano de Krishna.
Dhritarashtra y su esposa Gandhari tuvieron cien hijos que luego se conocieron como los Kauravas. El líder de los Kauravas fue Duryodhana, quien estaba destinado a convertirse en el principal adversario de los Pandavas y también de Krishna. Pandu murió en el bosque, y Kunti trajo a sus hijos a Hastinapura para que vivieran con Dritarashtra. Los Pandavas se hicieron querer por el pueblo, y Dritarashtra se puso celoso. Duryodhana odiaba tanto a los Pandavas que quiso matarlos incendiando un palacio al que habían sido invitados, pero los Pandavas escaparon.
Krishna estaba al tanto de las tensiones existentes entre los Pandavas y los Kauravas, pero no obstante ello aconsejó a los Pandavas que regresaran a Hastinapura. Dritarashtra ofreció a los Pandavas la mitad del reino, y ellos se establecieron en Indraprastha. Por haber cometido cierta ofensa, Arjuna tuvo que exiliarse durante doce años de donde estaban sus hermanos. En ese lapso, Krishna concertó el casamiento entre su hermana Subadra y Arjuna.
Entretanto, siguió sin disminuir para nada el odio de Duryodhana contra los Pandavas, y decidió invitar a Yudisthira a jugar a los dados, disponiendo que su tío, un consumado tramposo, jugara en lugar de él. Como resultado de esto, Yudisthira perdió todo, incluso su reino entero, lo mismo que todos sus hermanos. Sin embargo, Dritarashtra se compadeció de ellos, tal vez por sentirse culpable, y les reintegró el reino de los Pandavas. Duryodhana persuadió a su padre para que volviera a invitar a Yudisthira a otro juego de dados. El tío hizo trampa y Yudisthira volvió a perder. Perder a los dados les costó a los Pandavas tener que irse al exilio durante trece años. Pasaron doce años en el bosque y el último año lo pasaron de incógnito.
Cuando regresaron del exilio reclamaron que les devolvieran el reino pero Duryodhana se negó. Los Pandavas y los Kauravas empezaron a prepararse para la guerra. Duryodhana y Arjuna visitaron a Krishna para pedirle ayuda en la contienda. Krishna les dijo que un bando podría contar con todos sus ejércitos mientras que el otro podría aprovechar su consejo y su compañía aunque él no empuñara personalmente las armas. Duryodhana optó por los ejércitos, y Arjuna por Krishna en persona, quien se complació con la elección de Arjuna.
Antes de iniciarse la guerra, Krishna hizo el último esfuerzo desesperado para negociar una solución pacífica y fue a Hastinapura para tratar de conversar con los Kauravas sobre la combativa decisión de éstos. Krishna le dijo a Duryodhana que era un malvado por el odio que sentía contra los Pandavas y por su negativa a devolver el legítimo reino. Krishna le mencionó las maldades cometidas por Duryodhana, pero éste se marchó de la reunión. Duryodhana siguió sin arrepentirse y Krishna les dijo a los Kauravas que la guerra era inevitable.
El combate se entabló en el campo de Kurukshetra. Krishna cumplió lo prometido a Arjuna, convirtiéndose en el auriga. Este servicio implicó más que guiar solamente los caballos:
Arjuna era el más diestro arquero, y tuvo que entablar la batalla como comandante en jefe de todas las huestes. Para hacerlo no podía desviar su atención para conducir la cuadriga. En cambio tuvo que manejar la situación de tal manera que pudo conducir los caballos sin usar sus manos, dejándolas libres para impartir sus instrucciones a todo el ejército. Para hacer esto tomaría asiento en una cuadriga especialmente construida, con la cabeza de Krishna puesta entre sus dos piernas Entonces las sienes de Krishna giraban con la ayuda de los dedos gordos de Arjuna. Cuando Arjuna presionaba con el dedo de su pie la sien izquierda de Krishna, éste dirigía la cuadriga hacia la izquierda, y de manera parecida ocurría con la sien derecha.13
Sin embargo, antes de que la guerra empezara, Arjuna sufrió una crisis de conciencia. Estaba confundido, abatido y escéptico sobre las razones que había para luchar con los Kauravas. No quería matar a sus parientes y se preguntaba sobre el significado de la vida y de la guerra. Su diálogo con Krishna quedó inmortalizado como el Bhagavad Gita (El Canto del Señor). El Bhagavad Gita contiene la esencia del Vedantismo y de la sabiduría de la India.
Hay paralelismos naturales entre el Bhagavad Gita y la enseñanza de Meher Baba, cuyo particular enfoque se relaciona con el rol clave del Avatar al guiar hacia Dios a los aspirantes espirituales. Krishna recalca que Dios es el actor invisible detrás de toda acción que ocurre en la Creación, que uno nunca puede destruir a Dios, y que los individuos son, en el campo de batalla, almas reales que no pueden ser destruidas. Krishna hace hincapié claramente en la reencarnación. Estas almas que morirán en el campo de batalla volverán a nacer una y otra vez, como todos los demás seres que existen en el mundo. El ciclo sin fin de la reencarnación es el problema de la vida, no la solución.
Cada persona está buscando su propio yo verdadero. Dios es el Verdadero Ser dentro del yo, y nosotros buscamos unirnos interiormente con ese Dios. La vía que nos conduce hacia Dios implica sacrificio de nuestro cuerpo, corazón, mente y alma en su totalidad. Los procesos por los que pasa este sacrificio pueden describirse pormenorizadamente en diversos sistemas de yoga. Sin embargo, la vía más fácil y eficaz de sacrificio es la que el Avatar ofrece. Dándole todo a Krishna y dedicándole toda acción, uno llegará a Él y llegará a unirse con Dios. De esta manera Krishna destruye nuestros sanskaras y nuestro karma.
Krishna le explicó a Arjuna que éste tenía el deber de luchar y el deber de actuar en el mundo, pero le recalcó que tenía que aprender a actuar con desapego dejando sujetos a Dios los resultados de la acción. El apego a los sentidos puede vencerse mediante amor a Dios. La meditación sobre el Avatar nos permitirá alcanzar el equilibrio que necesitamos. La fe en Dios y en uno mismo es esencial; la duda paraliza el progreso espiritual. Dios está en todo y en todos: Él merece nuestro amor a cada instante. Dios es nuestra única esperanza y merece todos los sacrificios que podamos dedicarle. “A quienes están conectados siempre conmigo y me adoran amorosamente, les doy esa unión con cuyo conocimiento llegan a Mí.”14
Incluso después de lo que Krishna le explicó sobre la mecánica espiritual del universo, Arjuna no quedó satisfecho y le imploró tener una visión de Dios. Krishna satisfizo a Arjuna y le mostró Su forma universal. Para hacerlo, permitió que Arjuna abriera su “ojo divino”, o sea, que fuera capaz de ver conscientemente la forma universal de Dios, la cual permanece latente en todos nosotros. Atónito y maravillado, Arjuna se prosternó ante Krishna, dando muestras no sólo de asombro sino también de temor. Krishna le permitió ver el resultado de la guerra en la que los Kauravas perecían. Arjuna suplicó a Krishna que le perdonara sus faltas y, todavía con temor, le pidió que le apartase la visión divina y le permitiese verlo en su forma humana normal.
Krishna le recordó a Arjuna que la visión concedida podía experimentarse solamente mediante la gracia de Krishna, sin que pudiera “alcanzarse” mediante una combinación de prácticas religiosas, sacrificios o austeridades. Krishna aprovechó la oportunidad para explicarle que la devoción a él como el Avatar guiaría al aspirante hacia él como Dios: “Aquel que trabaja solamente para mí, para quien soy la meta suprema, y se consagra a mí, desprovisto de entusiasmo por las cosas y de cualquier hostilidad, aquel viene a mí, oh hijo de Pandu.”15
Después de revelarle a Arjuna su divinidad de manera total, Krishna le explica que la devoción a él es la vía más sencilla y fácil para llegar a Dios. Quienes depositan plena fe en el Avatar y se consagran a él pueden, con su ayuda, desapegarse de los frutos de la acción, y de esta manera agotan gradualmente su egoísmo y son dignos de la unión con Dios.
El discurso de Krishna contestó todas las preguntas de Arjuna, disipando sus dudas y retemplando su alma. Estaba plenamente preparado para luchar. La batalla de Kurukshetra duró dieciocho días. Krishna hizo que los Pandavas mantuvieran continuamente su brío, entreteniéndolos unas veces, reprendiéndolos en otras ocasiones, y alentándolos siempre. Krishna fue herido por una flecha que lo hizo sangrar pero que no fue grave. Finalmente, guiados por Krishna, los Pandavas mataron a todos los hermanos Kauravas, incluyendo a Duryodhana.
Aunque Yudisthira tuvo la intención de renunciar al mundo, Krishna le insistió en que cumpliera con su destino y aceptara su rol de monarca. Entonces Yudisthira siguió el consejo y fue coronado rey. Krishna vivió otros treinta y seis años después de la legendaria batalla. Su tribu (los Yadavas) se tornó violenta e intemperante, y finalmente se autodestruyó. Krishna reconoció que ya era tiempo de que muriera. Partió hacia el yermo y se acostó. Un cazador lo confundió con un animal salvaje y la flecha que le disparó hizo impacto en el pie, le atravesó el cuerpo y lo mató.