En las sucesivas encarnaciones del alma individual, no sólo la continuidad y la identidad se extienden, manifestadas en el recuerdo personal y revividas en el caso de las almas avanzadas, sino que también reina ininterrumpidamente la ley de causa y efecto mediante la persistencia del karma y el constante operar del karma. Las encarnaciones sucesivas, con todas sus particularidades, son exacta e infaliblemente determinadas por una ley racional, de modo que al alma individual le es posible plasmar su futuro con sabiduría y con inteligencia. Las acciones de las vidas pasadas determinan las condiciones y las circunstancias de la vida presente, así como las acciones de la vida presente participan determinando las condiciones y circunstancias de las vidas futuras. Las sucesivas encarnaciones del alma individual revelan su pleno significado cuando lo vemos según las operaciones de la ley del karma.
Las alternativas encarnaciones en el mundo físico sólo están desconectadas en forma aparente. El karma persiste como un vínculo conector y como un factor determinante por medio del cuerpo mental. El cuerpo mental sigue siendo el factor permanente y constante a lo largo de todas las vidas del alma. La ley del karma y su manera de operar no puede entenderse totalmente mientras el cuerpo físico y el mundo de la materia sean considerados los únicos hechos de la existencia. La determinación kármica se hace posible por la existencia del mundo sutil y mental, y de loscuerpos sutiles y mentales.
El lugar en el que se puede poseer consciencia física es en el mundo material. Los planos en los que se puede poseer consciencia de los deseos están en el mundo sutil, y los planos en los que el alma puede tener consciencia mental están en el mundo mental. El origen de los deseos ha de encontrarse en la mente, la cual está en los planos mentales. Aquí la semilla del deseo se apega a la mente; el deseo existe allí en la mente, en forma latente, del mismo modo que el árbol está latente en la semilla. El cuerpo mental, que es la sede de la mente, a menudo se llama karan sharir, o cuerpo causal, porque almacena en su interior las semillas o las causas de todos los deseos. La mente retiene todas las impresiones y todas las disposiciones en forma latente. El yo limitado, el ego, está compuesto por estos sanskaras, por estas impresiones mentales. Sin embargo, la manifestación real de los sanskaras en la consciencia, debido a que se expresan mediante diversos procesos mentales, tiene lugar en el cuerpo sutil.
El alma, que en realidad es Una e indiferenciada, aparentemente se individualiza mediante las limitaciones del cuerpo mental, el cual es la sede de la mente basada en el ego. Las impresiones de las experiencias y las acciones pasadas forman la mente egoica, forman el ego. Y esta mente egoica es la que constituye el punto central de la existencia del individuo que reencarna. El ego o la mente egoica, como depósito de impresiones latentes, es el estado del cuerpo mental. La mente del ego, volviéndose espíritu y experimentando las impresiones que se activan y se manifiestan, lo hace en el estado del cuerpo sutil. La mente egoica, cuando desciende al plano físico para la actividad creadora, es el estado de la encarnación física. De manera que la mente egoica; cuya sede es el cuerpo mental, es la entidad que contiene todas las fases de la continua existencia como individuo separado, como individuo dual.
La mente egoica, cuya sede es el cuerpo mental, ocupa cuerpos inferiores de acuerdo con las impresiones almacenadas en ella. Estas impresiones determinan si las personas morirán jóvenes o viejos; si serán sanos o enfermos, si serán bellos o feos; si sufrirán impedimentos físicos, como la ceguera, o disfrutarán un cuerpo generalmente eficiente; si serán inteligentes o torpes, si van a tener el corazón puro o impuro, si van hacer de voluntad constante o inconstante; o si se dedicarán a buscar ganancias materiales o a buscar la luz interior del espíritu.
A su vez, la mente egoica se modifica con las impresiones kármicas depositadas, las cuales incluyen no sólo acciones físicas y densas sino también pensamientos y sentimientos. Y las circunstancias de cada encarnación se adaptan a la composición y a las necesidades de la mente del ego. De manera que, si la persona desarrolló ciertas aptitudes o tendencias especiales en una encarnación, las lleva consigo a las sucesivas encarnaciones. De manera parecida, las cosas que quedaron incompletas en una encarnación podrán completarse en las encarnaciones siguientes. Los vínculos kármicos forjados en una encarnación se llevan y se desarrollan en sucesivas encarnaciones debido a la persistencia de las impresiones. Los que han quedado estrechamente asociados entre sí por relaciones buenas o malas tienden, por lo tanto, a tener contactos recurrentes. Así el juego de la dualidad continúa el tiempo suficiente como para recoger tantas experiencias de los opuestos que el alma, ya colmada de experiencias, al final madura como para abandonar a la mente egoica e internalizarse a fin de conocerse como el Alma Universal.
Si entre ciertas personas existe una relación de compensación mutua, personas que elaboraron vínculos kármicos y sanskaricos entre ellos y se han planteado derechos y reclamaciones, habrán de ponerse en contacto nuevamente para cerrar estos tratos y cumplir con esos derechos y reclamos. Lo que una persona da con motivos egoístas la ata del mismo modo que quien recibe con sentimientos de dualidad, de separatividad. Es una transacción en la que se da o se recibe por lo tanto ata. No necesita ser puramente en un plano material en forma de intercambio de bienes o dinero, ni cumpliendo alguna tarea física. Podría consistir en un intercambio de pareceres o sentimientos.
Si una persona reverencia a un santo que está en los planos superiores de consciencia, le plantea un reclamo. El santo, que aún está cruzando los planos internos y recorriendo el sendero espiritual, debe entonces detenerse y ayudar de tal modo que lleve a esa persona que lo está reverenciando hasta el sitio del sendero que él mismo llegó. Reverenciar a un alma avanzada equivale, pues, al karma de interferencia. Aunque sea bueno recibir una reverencia como tal, cuando el alma avanzada la recibe, es probable que tenga que detenerse en el sendero espiritual hasta haber ayudado a la persona que acudió a él y lo reverenció.
La sensibilidad rápida e infalible de las almas se expresa en la ley según la cual el odio genera odio, la lujuria genera lujuria, y el amor genera amor. Esta ley rige no sólo durante una sola vida sino también a lo largo de varias vidas. Un individuo siente el impulso de odiar o temer a un enemigo de vidas pasadas, aunque en la vida presente no le haya brindado aparentes razones para esta actitud. Del mismo modo, sin aparentes razones de la vida actual, siente el impulso de amar o ayudar a un amigo de vidas pasadas. En la mayoría de los casos es probable que la persona no conozca la razón de su actitud inexplicable, pero eso no significa que no haya razón para ello. Muchas cosas que en la superficie parecen inexplicables pueden entenderse cuando se las examina a la luz de vínculos kármicos que aparecen y provienen de vidas pasadas.
La ley kármica aparece mediante mutuos ajustes que cambian continuamente y deben proseguir cuando hay almas individualizadas que procuran expresarse en un mundo que es común a ellas. Esto es consecuencia del reaccionar de los egos. El ritmo con el que dos almas inician su relación tiende a perpetuarse, a menos que estas almas, mediante un karma inteligente y renovado, modifiquen el ritmo y lo eleven hasta que sea de calidad superior.
Por regla general, el karma acumulado posee determinada inercia. No modifica la naturaleza de su impulso, a menos que exista una razón especial para ello. Antes de que el karma se cree, el individuo tiene cierta libertad para elegir lo que ese karma será. Sin embargo, una vez que este karma se perfiló, se convierte en un factor que no puede ignorarse y que ha de agotarse mediante los resultados que este karma fomenta o contrarrestarse con un karma nuevo y apropiado.
El placer y el dolor que experimentamos al vivir en la Tierra, los éxitos y fracasos de nuestra vida, las realizaciones y los obstáculos esparcidos en ella, los amigos y los enemigos que aparecen en nuestra vida, todo esto es determinado por el karma, por el karma de vidas pasadas. La determinación kármica es denominada popularmente como destino. Sin embargo, el destino no es un principio ni extraño, ni opresivo. El destino es la propia creación del hombre, que lo persigue desde vidas pasadas, y así como al destino lo plasmó el karma pasado, también el karma podrá modificarlo, plasmándolo de nuevo e incluso deshacerlo en la vida presente.
Así como la naturaleza del karma es determinada en la vida terrena por las impresiones almacenadas en la mente egoica, a su vez las impresiones son determinadas en la vida de la tierra por la naturaleza del karma. Las impresiones existentes en la mente egoica y la naturaleza del karma son interdependientes, se vinculan entre sí. El karma cumple un importante papel en la Tierra al modelar y remodelar las impresiones mentales, las impresiones en la mente egoica, y así dar un impulso que decide el destino posterior del individuo. El karma creador, el karma eficaz puede expresarse, por medio del cuerpo físico, en la diversidad de la existencia en la tierra.
La comprensión y el uso adecuados de la ley del karma capacitan al hombre para ser dueño de su propio destino actuando en forma inteligente y actuando en forma sabia. Cada persona llegó a ser lo que es por medio de sus propias acciones, acciones que acumuló. Y es mediante sus propias acciones que podrá modelarse de acuerdo con los dictados de su corazón y así finalmente emanciparse de la determinación del karma, la cual lo gobierna a lo largo de la vida y de la muerte.
En términos generales, el karma es de dos clases: el que ata y el que ayuda a liberarse y realizar al Ser. Tanto el karma bueno como el malo atan mientras nutren a la mente. Pero el karma se convierte en una fuerza liberadora cuando surge del conocimiento correcto, del entendimiento. En este sentido, son los Maestros quienes mejor imparten el conocimiento adecuado, pues ellos conocen al alma en su verdadera naturaleza y destino, junto con las complicaciones creadas por las leyes del karma.
El karma que verdaderamente importa cobra vida después de que la persona llegó a percibir la distinción entre el bien y el mal. Las impresiones de la conciencia que tienen los niños del mundo implica ser coincidentemente menos reactivos a las distinciones que en él existen, por lo tanto las acciones de los chicos menores de siete años, no dejan impresiones fuertes, no dejan impresiones efectivas en la mente del ego, ni cumplen un papel importante en cómo se plasma el futuro de esos niños. El verdadero y eficaz karma que sirve para moldear la mente egoica y su futuro, nace después que el individuo, de que la persona adquiere el sentido de la responsabilidad. Este sentido de responsabilidad depende de que perciban la diferencia entre el bien y el mal, el cual aparece plenamente después de que hemos pasado los primeros años de vida, los primeros años de la niñez.
En el mundo de los valores, la ley del karma es la contraparte de la ley de causa y efecto que rige en el mundo físico. Si en el mundo físico no hubiera ley de causa y efecto, existiría el caos, y la gente no sabría qué esperar. Del mismo modo, si no existiese la ley del karma en el mundo de los valores, la incertidumbre sería total en cuanto a los resultados que las personas estiman, sin que se supiera si deberían esperar lo bueno o lo que es malo como producto de sus acciones. En el mundo de los sucesos físicos, hay una ley de conservación de la energía, según la cual la energía nunca se pierde, se conserva. En el mundo de los valores hay una ley según la cual una vez que el karma cobra vida, no se esfuma misteriosamente sin producir sus resultados naturales, sino que persiste hasta que da su fruto o lo anula un karma que lo contrarresta. Las buenas acciones causan resultados buenos, y las malas acciones resultados malos.
El orden moral del universo es sostenido por la conexión sistemática entre la causa y el efecto en el mundo de los valores. Si la ley kármica estuviera sujeta a cualquier laxitud, a cualquier retroceso o excepción, y no se aplicara estrictamente en el campo de los valores, no habría orden moral en el universo. La existencia humana sería precaria desde el punto de vista de la realización de estos valores morales. El esfuerzo humano estaría perpetuamente lleno de dudas e incertidumbre en un universo sin orden moral. No puede haber una seria búsqueda de los valores si no se asegura una conexión entre los medios y los fines, o si a la ley del karma se la puede dejar de lado. La inflexibilidad de la ley kármica es una condición para que las acciones humanas tengan sentido, lo cual sería enteramente imposible si la ley kármica pudiese ser ignorada o no cumplida.
Por ser inviolable, la ley del karma es como las otras leyes de la Naturaleza. Sin embargo, la rigurosa vigencia de las leyes kármicas no se presenta al alma como algún poder opresor, externo y ciego, sino como algo implícito en lo racional, en el plan de la existencia. La determinación kármica es condición de una responsabilidad real, verdadera. Esto significa que un individuo cosechará lo que siembre. Lo que un individuo recoja a modo de experiencia se hallará invariablemente conectado con todo lo que él haga.
Si un individuo actuó mal con otro, deberá aceptar el castigo y de alguna manera tomar de buena gana lo malo que repercuta sobre él, aquello que descienda sobre él. Si obró bien con alguien, también deberá recibir la recompensa y disfrutar todo lo bueno que repercuta sobre él. Porque lo que él hace a otros se lo hace a sí mismo, aunque tal vez le lleve tiempo comprender que esto es exactamente así. La ley kármica es una expresión de la justicia y un reflejo de la unidad de la vida en el mundo de la dualidad.