El alma individual tiene su comienzo y origen en el Infinito, en la existencia de Dios, no tiene forma, no tiene sexo, es indivisible, está más allá de todas las formas de la dualidad y todas las formas de la evolución. Con el comienzo del alma individualizada comienzan la dualidad, comienza la evolución, aunque la forma específica de la dualidad, que consiste en la diferenciación, en la atracción basadas en el sexo, haga su aparición en una etapa posterior de esta evolución. La dualidad existe tan pronto existe el sujeto y el objeto, o sea, un centro de consciencia, por débil que sea, y su entorno inmediato. Por otra parte, el sexo es una forma específica de atracción corporal que presupone diferenciación de las formas, género específico de la mente involucrándose, enredándose con las formas, y una expresión específica de vida y energía.
En el reino mineral no hay diferencia sexual. En el reino de las plantas y los árboles cobran vida las diferencias sexuales con funciones biológicas especializadas. Las plantas y los árboles no generan consciencia sexual, puesto que el desarrollo de la consciencia es rudimentario en ellos, y esta diferenciación corporal no influye sobre sus expresiones. El contacto entre macho y hembra en plantas y árboles por estar fijos en el suelo no es directo sino que es un contacto indirecto por medio del viento, de las abejas, etcétera. Por lo tanto, desde el punto de vista de la evolución de las formas, puede decirse que la diferenciación sexual ha empezado a surgir incluso en el nivel de plantas y árboles, pero desde el punto de vista de la propia consciencia, no podemos decir que se diferencien sexualmente porque su consciencia de la dualidad de ninguna manera esta afectada por el sexo.
En la evolución de la dualidad sexual, las plantas y los árboles están a mitad de camino entre los minerales, los cuales no se diferencian sexualmente, y las aves y los animales, cuya diferenciación sexual es plena, es completa. En la última forma animal, que luego abandona para ocupar un cuerpo humano, el alma alcanza plena consciencia y plena energía. La reencarnación del alma individual mediante formas humanas es precedida por sus sucesivas encarnaciones en formas prehumanas.
En los animales, el sexo no sólo se expresa mediante diferencias y actividades del cuerpo, sino que también es un factor profundamente enraizado que afecta a la consciencia, a su propia consciencia. Puesto que los humanos heredan tanto sus cuerpos como la consciencia de los animales que son altamente evolucionados, como por ejemplo los monos, los humanos también se hallan sujetos a la dualidad sexual. En los humanos, el sexo se halla tan completamente desarrollado que ya no se trata de un asunto solo corporal. Modifica sustancialmente a la mente, la cual procura expresarse mediante el cuerpo según su forma sea masculina o femenina.
Después de alcanzar la forma humana, por regla general no se retorna a las formas animales; los casos de retroceso a formas prehumanas son casos excepcionales y escasos. Una vez que el alma alcanzó la jerarquía de lo humano, lo normal, lo natural es que pase por incontables reencarnaciones en la forma humana. A veces la forma humana puede ser masculina, y a veces femenina, de acuerdo con los sanskaras y las necesidades espirituales del alma. La forma femenina tiene la prerrogativa especial de que hasta los Sadgurus y el Avatar mismo tienen que nacer por medio de la forma femenina. La forma masculina tiene la prerrogativa de que la mayor parte de los Sadgurus adoptan la forma de hombre. El Avatar aparece siempre en forma masculina, aunque las mujeres puedan llegar a ser santas o Maestros Perfectos, Sadgurus.
Las ventajas y las desventajas generales de una encarnación son determinadas siempre por los sanskaras específicos que el alma individual acumuló en el pasado. Las necesidades implícitas en el desarrollo posterior del alma se relacionan con la naturaleza de los sanskaras acumulados, de las impresiones mentales acumuladas. Por lo tanto, estos sanskaras acumulados determinan realmente si el alma encarna en la Tierra en Oriente o en Occidente, si va encarnar en forma masculina o femenina, y en un ciclo de la existencia o en otro. Las facilidades que una encarnación específica brinda dependen no sólo de sí se encarna en forma masculina o femenina sino también de si se encarna en un ciclo de la existencia o en otro, y si vibra en relación con la vida en la tierra en el hemisferio oriental o en occidente.
En general, actualmente todo el Oriente se ha desarrollado más en lo espiritual que en lo material, y el resultado de esto es que la mente de la gente que nace en oriente aspira más espontáneamente a Dios. En conjunto, Occidente se ha desarrollado más en el aspecto material que en lo espiritual, y el resultado de esto es que la mente de la gente occidental anhela más espontáneamente lo intelectual y lo artístico. Una encarnación en Oriente suele implicar una mayor tendencia a la vida espiritual que en Occidente, y una encarnación en Occidente suele entrañar una mayor tendencia a la vida material, mucho más que aquel que nace en Oriente. Pero el alma tiene que experimentar los aspectos tanto materiales como espirituales de la vida antes de librarse de las cadenas de la dualidad. Por lo tanto, la misma alma tiene que encarnar tanto en Oriente como en Occidente.
Si un alma encarnó muchas veces sucesivamente en Oriente y luego encarna en Occidente, lleva consigo las impresiones de sus vidas en Oriente y, aunque viva en Occidente, su vida coincide esencialmente con las pautas de Oriente. Si un alma encarnó muchas veces sucesivas en Occidente y luego encarna en Oriente, lleva consigo las impresiones de su vida en Occidente y, aunque viva en Oriente, su vida coincide con las pautas occidentales. De manera que, a veces, uno puede tener alma europea en cuerpo hindú o alma hindú en cuerpo europeo. Hay que tener presente que esta diferencia se relaciona sólo con encarnaciones y sanskaras del pasado, y que el alma como tal se halla más allá de estas diferencias.
Las facilidades que las encarnaciones masculinas y femeninas brindan no son rigurosamente invariables. Cambian de acuerdo con los ciclos de la existencia, al igual que si se encarna en Oriente o en Occidente. Hay algunas épocas en las que los hombres son más activos, más dinámicos y materialistas que las mujeres, y otras épocas en las que sucede lo contrario. Las mujeres del pasado eran valientes e intelectuales en Oriente. No pensaban que sacrificio alguno fuera demasiado grande para la felicidad y el bienestar de sus esposos, y eran tan espirituales y tan humildes que llegaban a considerar al esposo como si fuera Dios Mismo. Actualmente, en el hemisferio oriental, el hombre promedio tiene mayores inclinación espiritual que la mujer promedio, así como en Occidente la mujer promedio de la actualidad tiene mayores inclinación espiritual que el hombre promedio. Un hombre que vive en Oriente es diferente de un hombre que vive en Occidente, y una mujer que vive en Oriente es diferente de una mujer que vive en Occidente.
Lo divertido del caso es que, en comparación con los miembros del sexo opuesto, la misma alma muestra diversos grados de superioridad, inferioridad o igualdad respecto a los asuntos espirituales o materiales, los cuales dependen del ciclo de la existencia, del sexo que encarno su cuerpo, y del plano terreno en el cual encarna.