Biografía de Mehera

1. La forma femenina

Cuando el Avatar, Dios en forma humana, desciende a la Tierra adopta siempre una forma masculina y lo acompaña siempre una forma femenina. En este último advenimiento fue Mehera quien desempeñó este rol.

Mehera J. Irani conoció a Meher Baba el 15 de octubre de 1922 en el ashram de Upasni Maharaj, en Sakori. Daulatmai, la madre de Mehera, era devota de Upasni, y un día, mientras Ganga, la sobrina de Maharaj, les mostraba las instalaciones del ashram a Daulatmai y a sus dos hijas, Freiny y Mehera, oyeron pasos que bajaban por una escalera cercana. Ganga les dijo: “El que viene es Merwanji, el discípulo predilecto de Maharaj”. Baba bajó rápidamente por la escalera y pasó frente a ellas dándole a Mehera la primera oportunidad de verlo de cerca, incluso antes de conocer a Upasni.

Fue un momento muy especial, Nuestra Era estaba destinada a conmoverse profundamente ante este encuentro. La Canción Divina había llamado a su corazón, que estaba despertando, para que acudiera a Sakori, y Baba mismo había viajado hasta allí solamente para encontrarse con ella.

2. La amada del Avatar

La demostración de amor más poderosa es cuando el Avatar viene a la Tierra. Y en cada advenimiento, la forma femenina siempre lo acompaña para cumplir con esta entrega de amor. Sita ha acompañado a Rama, Radha ha acompañado a Krishna y en este advenimiento avatárico de Meher Baba, este papel lo ha cumplido Mehera. Así, la gema más pura y hermosa ha podido esparcir su perfume sobre la creación una vez más.

En el año 1924 Meher Baba llamó a Mehera para que fuera a vivir a Meherabad. Allí se alojó en el edificio que antiguamente había sido la Oficina del Correo (Post Office). Mehera estaba destinada a ser la principal discípula del Maestro. 

Un día Mehera le estaba mostrando a Baba una tarjeta con una foto de Krishna, porque ella siempre admiró la belleza de Krishna y le gustaban sus travesuras. Baba apenas echó un vistazo a la tarjeta y luego miró a Mehera a los ojos con tanto amor y le dijo “Yo como Baba te amo más como Mehera, que cuando yo como Krishna amaba a Radha”. Pocos días después, Baba declaró ante todas las mujeres mándali: “Mehera es mi Radha. Su amor es único. Ella es muy especial para mí”.

En otra ocasión Baba dijo: “Mehera percibe cada uno de mis pensamientos. Ella es como una protección. María tuvo ese rol en los tiempos de Jesús, Radha en los tiempos de Krishna, y en esta ocasión, ese rol es de Mehera”. También explicó que es por amor que el Avatar toma forma humana, y que él se convierte en un parámetro para la humanidad, mostrando lo que significa amar. Él, que es el Amado del Universo, muestra a la humanidad lo que significa amar, teniendo a su propia amada.

Mehera fue una de las cuatro mujeres que acompañaron a Meher Baba en la “Nueva Vida” entre los años 1949 y 1951. A pesar de las dificultades de este período Mehera dijo: “Estábamos muy felices porque Baba estaba con nosotros, y eso era lo más importante”.

3. La relación espiritual más pura

Mehera dedicó su vida a Meher Baba permaneciendo a su lado hasta el final. El amor de Baba por ella era único, como también lo era el amor de ella hacia él. Baba decía de Mehera que era “el alma más pura del universo” y “la que más lo amaba”. Mani, la hermana de Baba, decía que la relación entre Baba y Mehera es la relación espiritual más pura, un amor divino que el mundo no puede imaginar, y que este es el modo en que deberíamos amar a Dios ya que Baba dijo “Mehera me ama como yo debería ser amado”. De este modo ella se transformó en una inspiración de cómo amar a Dios.

4. Los últimos años

Aún después de que Baba abandonara su cuerpo, Mehera, durante casi veinte años, compartió su amor con todos los peregrinos que visitaban Meherazad, anhelantes de escuchar acerca de Meher Baba y de ver todo lo relacionado con su vida. Ella los recibía en el porche de la casa brindándoles historias y anécdotas de su vida junto al Maestro. El 20 de mayo de 1989 Mehera finalmente se reunió para siempre con su Amado Meher Baba.

5. El árbol frente a su ventana

Frente a la ventana de la habitación de Mehera había un árbol Umar, un día ella vio a Baba tocarlo y gesticular: «Este árbol, me gusta mucho». Mehera se preguntó por qué, de todos los árboles del jardín de Meherazad, a Baba le gustaba justo este y lo había bendecido con su toque.

La respuesta a su «¿por qué este árbol?» se hizo evidente poco después de que Baba dejó el cuerpo. Su toque divino en el árbol manifestó su amorosa presencia en forma de una escultura natural en la corteza, prístina en su belleza y claridad. En aquellos días en los que el dolor de Mehera por la ausencia de su amado Baba iba más allá de lo imaginable, se había formado la imagen del rostro de Baba en la corteza del árbol en el lugar del tronco que, una década antes, Baba había tocado.

La imagen permaneció en el árbol durante muchos años, como una centinela frente a la ventana de la habitación de Mehera, haciéndole saber que, aunque su amado había abandonado la forma física, estaría siempre con ella. Y este árbol se convirtió en el canal a través del cual Mehera encontró consuelo en su dolor; se sintió reconfortada de que Baba estaba con ella.

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