A principios del mes de abril de 1932, James Douglas, famoso editor del London Sunday Express y amigo de Charles Purdom, preparó un extenso cuestionario que contenía muchas preguntas astutas con el propósito de poner a prueba a Baba, pues pensaba: “Sería mucho mejor entrevistar a Meher Baba sin contacto previo, pues de ese modo no se pondrá en guardia ni podrá preparar respuestas a lo que yo le pregunte. ¡Lo expondré al público para que no caigan en la trampa y sean cautos con otros supuestos místicos!”.
Fue por eso que el 9 de abril Douglas apareció de manera totalmente inesperada en la casa de Russell Road. Baba se encontraba en el primer piso y estaba listo para partir a fin de visitar el área más pobre de Londres. El viaje ya estaba dispuesto y los autos estaban esperando. Baba vestía ropa inglesa cuando salía, pero en casa de la familia Davy vestía atuendo indio consistente en un sadra y un pantalón de algodón.
James Douglas fue recibido en la puerta, le dijeron que Baba estaba a punto de salir de la casa, que solicitara la concertación de una cita y volviera al día siguiente, pero Douglas replicó: –Sólo quiero verlo un minuto.
Dieron cuenta de esto a Baba, quien de manera sorprendente aceptó ver al periodista. Baba se quitó el pantalón, se puso una bata, una bufanda de seda azul alrededor del cuello y se sentó en su habitación. Cuando Douglas apareció, se quedó de pie en el umbral, mirando para todos lados. Chanji estaba con Baba para leer la tabla alfabética e invitó a Douglas a entrar. Entonces algo le ocurrió a Douglas porque pareció sobresaltarse y dio un paso con dificultad para ir hacia Baba. Posteriormente Douglas relató que sintió algo así como una sacudida eléctrica que penetraba en su cuerpo. Estaba transpirando y se secaba la frente con frecuencia. En esa época hacía mucho frío y era extraño ver que alguien transpirara.
Chanji volvió a invitarlo a que pasara. Douglas trató de hablar, pero sus labios sólo temblaban. Siguió tratando de hablar hasta que finalmente, limpiándose la frente con un pañuelo, logró murmurar: –¿Qué me está sucediendo? ¿Puedes decirme qué pasa aquí?
Baba señaló a Douglas una silla y le indicó con la mano: –No tengas miedo. Acércate y siéntate.
Douglas se precipitó: –¡Siento aquí una fuerza tremenda! ¿Podrías decirme qué está sucediendo aquí? ¿De dónde emana y fluye esta fuerza?
Nuevamente Baba le indicó con un gesto que se sentara en la silla ante él, y James repitió otra vez: –¿Qué está sucediendo aquí? ¿No me lo dirás?
Baba le contestó con una mueca: –Te lo mostraré después. Simplemente quédate sentado y dime si deseas preguntar algo. Te lo explicaré todo, pero primero hazme saber por qué has venido.
–He venido para conversar largamente contigo, –le dijo– y quiero aclarar algunas cuestiones. Pero, ¿qué me está sucediendo?
–No tengas miedo, –le deletreó Baba–. Todo aquello que tengas para preguntar, puedes hacerlo sin temor.
Estas amorosas palabras de Baba alentaron a James Douglas, quien se quedó sentado y, después de tranquilizarse, comenzó la entrevista:
Douglas preguntó a Baba: –Por favor, ¿cuál es su nombre de nacimiento?
–Merwan Sheriar Irani.
Douglas dijo a Chanji: –Por favor, no lea en esa tabla. Deje que sea yo quien la lea. Quiero saber directamente lo que Baba tiene para decir.
–Con mucho gusto, –dijo Chanji y se hizo a un lado.
Douglas trató de leer la tabla alfabética. Baba movió lentamente sus dedos y señaló cada letra, deletreando “M. S. Irani”.
–Hay algo confuso, –dijo Douglas.
Chanji replicó sonriendo: –¿Qué le resulta tan confuso? Baba está deletreando su nombre “M. S. Irani” en el tablero. ¿Por qué desconfía usted?
–Déjeme intentarlo de nuevo, –dijo él.
Baba volvió a repetir su nombre en el tablero, pero Douglas no pudo leerlo, se puso de pie y se ubicó detrás de Baba para intentarlo otra vez, pero no pudo. Chanji volvió a leer: “M. S. Irani”.
Douglas le dijo a Baba: –Por favor, deletrea alguna otra frase y déjame leerla.
Baba deletreó: “Mi nombre es...”. ¡A excepción de “mi”, la mente de Douglas tampoco logró descifrar el resto!
Chanji repitió desde cierta distancia: –Mi nombre es...
–¿Cómo puedes leer su tablero desde esa distancia?, –preguntó Douglas.
–Tengo práctica, –respondió Chanji.
Douglas fue hasta donde estaba Chanji y trató otra vez de leer la tabla alfabética, pero falló nuevamente.
Baba movía con suma paciencia su dedo sobre la tabla para permitir que Douglas la leyera, pero cuando pasaron varios minutos, le indicó: –Ahora ve al grano, sin perder más tiempo en leer la tabla. Queda poco tiempo.
Douglas preguntó: –¿Cuál es tu casta?
–Yo soy iraní.
–¿Dónde naciste?
–En Poona.
–Eso significa en la India. Por eso, ¿cómo podrías ser iraní? ¿O persa?
–Mis padres son persas.
–¿Eres zoroastriano?
–Nací de padres zoroastrianos.
–¿Qué religión consideras que es hoy la suprema?
–¡Considero iguales a todas las religiones, pues todas ellas son diferentes senderos para realizar al único Dios!
–¿Qué opinas de la religión cristiana?
–Cristo era una gran alma que había realizado a Dios. Por ello, la religión derivada de semejante Ser Divino debe ser grande.
–¿En qué religión crees?
–Estoy más allá de castas y religiones. Todas las religiones me pertenecen, pero no tengo relación especial alguna con castas, comunidades o religiones. Soy uno solo con Dios, y Dios está en todos los seres y todas las cosas.
–¿Eres un Mahatma?
–¿Cuál es el significado de Mahatma? Dime, ¿a quién se llama Mahatma? Se llama Mahatma a quien conoce al Alma, a la Verdad. Yo conozco la Verdad; tengo experiencia de la Verdad. Así como tú conoces y tienes experiencia de la ciudad de Londres por residir en ella durante muchos años, de igual modo quien no vio a Londres, pero quiere conocerlo, tendrá que hacerlo indirectamente por un medio. Pero tú vives en Londres y tienes experiencia de esta ciudad, y la conoces bien. Por eso no tienes que recurrir a un medio externo. ¿Me sigues?
–Muy bien. ¿Conoces a Gandhi?
–Sí, nos conocimos a bordo del Rajputana.
–¿Te interesa la política?
–No me interesa ninguna clase de ética o ciencia, por lo que tampoco me interesa la política, porque todo se halla incluido en el Conocimiento del Ser. Quien ha logrado Conocer al Ser lo ha ganado todo.
–¿Qué piensas de Gandhi?
–Él es un alma buena y un profundo estudioso del Bhagavad Gita; es un aspirante al Conocimiento del Ser.
–¿Eres un Ser Divino?
–Estoy sumido en Dios del mismo modo que el Buddha, Cristo y Krishna estuvieron sumidos en Dios y unificados con Dios. De la misma manera, yo vivo en Dios. ¡Tal como ellos conocieron a Dios, yo también lo he conocido! ¡Tú mismo, y los demás, pueden conocer a Dios de la misma manera y ser uno solo con El!
Douglas volvió a enjugarse la cara. Estaba pasmado porque sus preguntas eran contestadas con tanta rapidez, y las respuestas eran muy concisas y perspicaces. Al rato, Douglas continuó:
–¿Existe el mal en el mundo?
–No, no hay nada parecido al mal, –deletreó Baba.
Douglas quedó momentáneamente sorprendido y preguntó: –¿Qué quiere decir usted?
–En el mundo no hay otra cosa que dicha por doquier.
Douglas se puso de pie nerviosamente y empezó a hacer preguntas: –¿Cómo puede ser eso?
–En la Realidad, eso es lo que ocurre, –le aseguró Baba.
Retomando su compostura, Douglas se sentó y sacó a relucir otro cuestionario: –Entonces, ¿cómo puede explicar los mil y un males que existen en el mundo, como por ejemplo, el robo, el homicidio, la violación, la traición, la deshonestidad, la inmoralidad y la tortura? ¿Estas iniquidades no pueden considerarse males?
–No necesariamente.
–Entonces, ¿cómo los llamas? ¿Cómo son considerados?
–Más o menos son grados del bien mismo.
Impresionado por esta idea, Douglas se llevó una mano a la cabeza. Se había vuelto a poner de pie, se sentó lentamente y dijo: –¡Oh Dios! ¡Qué maravilla! ¿Por qué los poetas y metafísicos no han explicado esto de manera tan directa e inteligible?–. Entonces se sentó y se quedó un rato pensando.
Baba añadió: –Como dije, en el mundo no hay otra cosa que dicha. Lo que el mundo llama mal es un aspecto extremadamente inferior del bien.
–Por supuesto, por supuesto, –declaró Douglas–. ¡Qué fácil! ¡Es sorprendente por qué la gente del mundo no puede entender esto que es tan sencillo! ¿Podría usted esclarecernos cuándo el mundo entenderá esta verdad sencilla?
–Cuando haya cambiado su punto de vista.
–¿Pero cuándo? –preguntó Douglas.
–Eso está sucediendo internamente, –deletreó Baba.
–¡Gracias a Dios! ¿Qué dice usted sobre la situación delicada y peligrosa que el mundo está enfrentando? ¡La situación financiera actual es tal que los países están dispuestos a estrangularse unos a otros! Hay inquietud por todas partes. ¿Cuándo terminará este período calamitoso? ¿Cuándo mejorará esta situación?
–No cambiará hasta que haya un cambio de corazón.
–¿Un cambio de corazón? ¡Qué remedio grandioso! Pero, ¿cuándo cambiará el corazón?
–Comenzará alrededor de un año.
–Cristo tardó tres años en completar su trabajo. ¿Cuánto tardará usted en completar el suyo?
–Treinta y tres años.
–¿Cuál es su mensaje secreto o su consejo especial?
–La eliminación del ego.
Asombrado, James salió a consultar a su amigo Sir Denison Ross, quien lo acompañaba y estaba esperando abajo.
Ya de regreso, dijo que aún no había empezado a hacer las preguntas que realmente se proponía hacer. Pero antes de eso, volvió a preguntar: –¿Cuál es la fuerza misteriosa que existe en esta habitación, o de dónde emana?
–En primer lugar, ponga fin a sus preguntas, –le dijo Baba–. Las contestaré después.
–¿Contestará usted otra pregunta?
–Con muchísimo gusto.
–Usted quiere producir la salvación del mundo. Existe la Biblia, el Corán o cualquier otro libro, por lo cual...
Baba lo interrumpió: –Yo aconsejo y la gente me considera un Maestro. Pero no doy importancia alguna al conocimiento de los libros o a la erudición porque yo despierto a la divinidad que se oculta en el interior, dentro de cada uno.
–¿Cree usted en el Buddha y en sus ocho principios, y en que...
Otra vez, antes de que Douglas pudiera terminar, Baba replicó: –Sí, cualquier religión es un paso en el sendero que conduce hacia el Conocimiento del Ser. Usted quiere preguntar acerca de Cristo y Krishna, y la respuesta es la misma.
Esto hizo que Douglas, sorprendido, se pusiera de pie y mirara fijamente a Baba. Este le hizo señas para que tomara asiento y continuara con sus preguntas.
–¿En qué Dios cree usted? ¿En el de los cristianos, en el de los hindúes o en el de los musulmanes?
–¡Dios es el Único de todos!
–¿Qué religión se acerca más a la religión que usted acepta? O sea, ¿qué religión es digna de ser aceptada?
–Todas las religiones son de Dios y, en consecuencia, todas son una sola.
–¿Hay vida después de esto? preguntó entonces Douglas.
Baba deletreó: –Sí, pero sólo para el cuerpo sutil. El alma es una sola. Nunca muere. Sigue ocupando un cuerpo tras otro, un nacimiento tras otro. Y sigue renaciendo a menos que llegue a ser una sola con Dios.
–¿Eso es el Nirvana?
–Sí, pero no a costa de la existencia más prístina del alma.
Douglas estaba a punto de preguntar otra cosa cuando Baba lo detuvo, explicándole: –La esencia de la existencia del alma es perenne, y esta Existencia Eterna es una sola con Dios. ¡No confunda esta Existencia Eterna, que es el alma, con la mente o el intelecto. El alma efectúa la labor intelectual, pero nada controla al alma. El alma es absolutamente independiente. El intelecto depende del alma, pero el alma es totalmente independiente. El intelecto es el instrumento del alma. O sea, es un medio para alcanzar la Existencia Original y Eterna, y para experimentarla. El amor, el servicio, la devoción y la dedicación hacen que una persona conozca a Dios.
–¿Dónde adquirió usted este conocimiento? Antes de que una pregunta ingrese en mi mente, ¡usted ya la sabe!
–Todo esto puedo entenderlo muy fácilmente.
–Usted no contestó mi última pregunta. ¿Cómo comprende y sabe todo esto?
Baba sonrió: –Porque soy uno solo con la Existencia Eterna.
–¿Cuál es su misión?, –preguntó Douglas.
–Producir una regeneración espiritual de la humanidad, de todos, de Oriente y Occidente, –deletreó Baba.
–¿Tiene usted confianza de que lo hará, especialmente en Occidente?
–¡Tengo tanta confianza como la que usted tiene al pensar que ahora está conversando conmigo y al creer que lo está haciendo! En verdad, he tomado este nacimiento con este objetivo: la regeneración espiritual de la humanidad. Este es el propósito de que yo haya tomado forma humana.
–¿Quién lo designó para que sea el benefactor de la humanidad? ¿Quién lo envió?
–Yo lo sé y esto es mi vida.
Douglas estaba confundido y encontró increíbles las palabras de Baba, quien lo tranquilizó acariciándole cariñosamente la espalda. Luego lo tomó de la mano y sus ojos se encontraron. Ambos estuvieron un rato callados. Después, Baba lo miró sonriente y Douglas exclamó:
–¿Usted está siempre así, dichoso?
–Yo disfruto la dicha eterna. Es mi vida y mi existencia constante.
–¿Por qué yo no disfruto esa dicha?
–Porque en esta ilusión, no estás libre de tu ego y no puedes disfrutar de tal dicha. Es debido a la ignorancia que el mundo es miserable. En verdad, por donde se lo mire, no existe nada salvo la dicha.
–¿Quién es Dios? ¿Qué es Él? ¿Él es una persona o un poder?
–A Dios se lo encuentra tanto en la forma como en lo que no tiene forma. Reside en cada ser e impregna cada cosa. ¡En cada aspecto de la vida: en el arte, en la literatura y en la belleza! ¡Él es!
Al oír esto, Douglas estuvo a punto de preguntar algo a Baba, pero éste se lo impidió, indicándole que primero escuchara lo que quería decirle. Baba continuó deletreando: –Usted no debe deducir por todo esto que yo soy panteísta. No es eso lo que yo opino. En realidad, yo conozco todo a través de la experiencia. Usted entenderá todo esto cuando conozca a Dios. La más elevada experiencia consiste en conocer al Ser Único. Esta es la experiencia suprema. ¡Significa ser uno solo con Dios!
–¿Usted está casado?, –preguntó Douglas entonces.
–Yo estoy más allá del sexo –deletreó Baba–. La diferencia entre varón y mujer no existe para mí.
–¿Cuántas horas duerme usted por la noche?
–Tres.
–¿Cuáles son sus planes después de esto?
–Iré a Estados Unidos tras una breve estadía en el lugar de retiro de Devonshire.
–¿Contestaría usted ahora mi primera pregunta y pondría fin a mi inquietud?
Baba sonrió y con gestos indicó a Chanji que le dijera a Douglas:
–Usted tiene muchísima suerte.
–Muy amable de su parte.
— Bhau Kalchuri, Lord Meher V.