Baba contó una anécdota sobre la fe deletreando lo siguiente:
Una vez, el Maestro de Hafiz le dijo a él y a su vecino que regresaran a su casa y mataran a sus hijos. El vecino corrió de inmediato a su casa y mató a su hijo, pero Hafiz vaciló y pensó: “¿Por qué un Maestro debería decirme que mate?”. Estaba teniendo muchas dudas sobre su Gurú cuando el vecino regresó trayendo el cadáver de su hijo al Maestro. Este ordenó a Hafiz que sepultara lejos el cadáver, y Hafiz lo hizo.
Según la costumbre mahometana, encendió un cirio sobre la tumba y, de repente, oyó que una voz que salía de la llama decía: “Es por mi propio bien... Es por mi propio bien”, y de esa llama surgieron incontables figuras de ese niño, se elevaron y desaparecieron.
Horrorizado, Hafiz regresó corriendo, y dondequiera que mirara en el trayecto, seguía viendo la figura de ese niño. Este hecho convenció a Hafiz que el Maestro tenía poderes formidables y que su labor, siempre misteriosa, no la podía captar el intelecto, el cual sólo puede ser muy engañoso. Desde ese día, su fe en su Maestro aumentó considerablemente.
— Bhau Kalchuri, Lord Meher V.