Unos días después de que Baba se radicara en Mahabaleshwar, llamó de Dehra Dun a Kishan Singh y Kumar, y les dictó el mensaje titulado “La Existencia es sustancia, y la Vida es sombra”:

La Existencia es Eterna, mientras que la Vida es perecedera.

Comparativamente, la Existencia equivale, en el hombre, al cuerpo de éste, y la Vida es como la ropa que le cubre el cuerpo. El mismo cuerpo cambia de ropas según las estaciones, el tiempo y las circunstancias, así como la Existencia Única y Eterna existe siempre a lo largo de los innumerables y variados aspectos de la vida.

La Existencia Inmutable se halla envuelta, de manera irreconocible, por la capa de la Vida con sus múltiples pliegues y colores. Se trata de la apariencia de la Vida con sus velos de la mente, de la energía y de las formas físicas, que oscurece a la Existencia y se le superpone, presentando a la Existencia indivisible e inmutable como pasajera, variada y constantemente cambiante.

La Existencia es ubicua y constituye la esencia subyacente en todas las cosas, tanto animadas como inanimadas, reales o irreales, de variada especie o uniformes, colectivas o individuales, o abstractas o concretas.

El Tiempo no existe en la Eternidad de la Existencia. No hay pasado ni Futuro, sólo existe el Presente eterno. Nada ha sucedido y nada sucederá jamás en la Eternidad. Todo está sucediendo en el AHORA interminable.

La Existencia es Dios, mientras que la Vida es ilusión.

La Existencia es Realidad, mientras que la Vida es imaginación.

La Existencia es Eterna, mientras que la Vida es efímera.

La Existencia es Inmutable, mientras que la Vida es siempre variable.

La Existencia es Libertad, mientras que la Vida es atadura.

La Existencia es Indivisible, mientras que la Vida es múltiple. 

La Existencia es Imperceptible, mientras que la Vida es engañosa.

La Existencia es Independiente, mientras que la Vida depende de la mente, de la energía y de las formas.

La Existencia es, mientras que la Vida parece ser.

Por lo tanto, la Existencia no es la Vida.

El nacimiento y la muerte no señalan el principio ni el final de la Vida. Mientras las numerosas etapas y estadios de la Vida, que constituyen los denominados nacimientos y muertes, son gobernados por las leyes de la evolución y la reencarnación, la Vida nace una sola vez, con el advenimiento de los primeros tenues rayos de la consciencia limitada, y fenece con la muerte solamente una vez al alcanzar la Ilimitada Consciencia de la Existencia Infinita.

La Existencia, el Dios Omnisciente, Omnipotente y Omnipresente, está más allá de causa y efecto, más allá de tiempo y espacio, y más allá de toda acción. La Existencia afecta todo: todas las sombras y todas las cosas. Nada podrá afectar jamás a la Existencia. Ni siquiera el hecho mismo de que ella exista afecta a la Existencia.

Hay que desprenderse de la Vida para que la Existencia se concrete. La Vida es la que crea limitaciones al Ser Ilimitado. La Vida del ser limitado es sostenida por la mente que crea “impresiones”; por la energía que da impulso para acumular y disipar estas “impresiones” mediante expresiones; y por las formas y los cuerpos físicos, que funcionan como instrumentos mediante los cuales estas “impresiones” se gastan, refuerzan y finalmente agotan por medio de las acciones.

La Vida se halla estrechamente vinculada con las acciones. La Vida se vive mediante acciones. La Vida se evalúa mediante acciones. La supervivencia de la Vida depende de las acciones. La Vida cognitiva es acciones: acciones contrapuestas en la naturaleza, acciones afirmativas y negativas, y acciones constructivas y destructivas.

Por lo tanto, dejar que la Vida fenezca y sufra su última muerte es dejar que las acciones terminen. Cuando las acciones terminan completamente, la Vida del ser se experimenta espontáneamente como la Existencia del Ser Ilimitado. Al concretarse la Existencia, se completa la evolución y la involución de la consciencia, la ilusión se desvanece y la ley de la reencarnación deja de atar.

Simplemente, nunca pondremos fin a las acciones desistiendo de cometerlas. Eso sería tan sólo activar otra acción, o sea, la inactividad. Escapar de las acciones no es el remedio para erradicarlas. Esto más bien posibilitaría que el ego limitado se involucre más en el acto mismo de escapar, creando así más acciones. Tanto las acciones buenas como las malas parecen nudos en el enredado hilo de la Vida. Cuanto más persistentes son los esfuerzos para desatar los nudos de la acción, más apretados son esos nudos y mayor es el enredo.

Solamente las acciones pueden anular las acciones. Del mismo modo que el veneno puede contrarrestar los efectos del veneno. Una espina profundamente incrustada puede quitarse usando otra espina o cualquier objeto puntiagudo que se le parezca, como por ejemplo una aguja, usada con destreza y precaución. De manera parecida, las acciones se erradican totalmente con otras acciones, cuando las comete otro agente activador que no es el “ego”.

El karma yoga, el dnyana yoga, el raja yoga y el bhakti yoga tienen por finalidad ser conspicuos carteles en el sendero de la Verdad, orientando al buscador hacia la meta de la Existencia Eterna. Pero la Vida, alimentada por las acciones, se aferra tan fuertemente en el aspirante que, incluso con la ayuda de estos inspiradores carteles, no logra guiarse en la dirección correcta. Mientras el “ego” esté atado por las acciones, el aspirante, o incluso el peregrino que recorra el sendero hacia la Verdad, con seguridad se extraviará autoengañándose.

A lo largo de todas las edades, sadhus y buscadores, sabios y santos, munis y monjes, tapasavis y sanyasis, yoguis, sufíes y talibs han luchado durante sus vidas soportando indecibles penurias en sus esfuerzos salir del laberinto de las acciones y concretar la Existencia Eterna venciendo a la Vida. Ellos fracasan en sus intentos porque cuanto más luchan con su “ego”, la Vida los agarra con más fuerza mediante acciones intensificadas por austeridades y penitencias, reclusiones y peregrinaciones, meditación y concentración, afirmaciones y contemplación silenciosa, silencio y locuacidad, japas y tapas (penitencias), y todo tipo de yogas y cheelas (discipulados).

Emanciparse de las garras de la Vida y salir de los laberintos de las acciones torna posible para todos, y unos pocos lo consiguen cuando se acercan a un Maestro Perfecto, un Sadguru o un Qutub e invocan su gracia y su guía. El consejo invariable del Maestro Perfecto consiste en entregarse completamente a él. Los pocos que entregan totalmente –su mente, su cuerpo y sus bienes materiales– de modo tal que, con su completa entrega también entregan conscientemente su propio “ego” al Maestro Perfecto, han dejado de cometer acciones a consciencia, y sólo se activan mediante los dictados del Maestro.

Estas acciones, después de la entrega del propio “ego”, dejan de ser sus propias acciones. Por lo tanto, estas acciones son capaces de erradicar todas las otras acciones que alimentan y sostienen a la Vida. Entonces la Vida gradualmente se vuelve inerte y, por último, por la gracia del Maestro Perfecto, la Vida sucumbe, y al final muere. La Vida, que otrora excluyó al perseverante aspirante de concretar la Existencia Perpetua, ahora puede dejar de elaborar su propio engaño.

En el pasado lo recalqué, ahora lo digo, y una era tras otra les repetiré eternamente que se desprendan de su capa de la Vida y concreten la Existencia que es eternamente de ustedes.

El modo más sencillo de comprender esta Verdad de la Existencia Inmutable, Indivisible y Ubicua consiste en entregarse a mí por completo, de manera tan completa que ni siquiera sean conscientes de su entrega, sino que sólo sean conscientes de obedecerme y actuar como y cuando yo lo ordeno.

Si lo que ustedes buscan es vivir perpetuamente, entonces anhelen la muerte de su “ego engañoso” en manos de una “completa entrega” a mí. Este yoga es la Esencia de todos los yogas en uno solo.

— Bhau Kalchuri, Lord Meher XII.