Llegaron a Jarakhar y allí se había reunido una multitud debajo de una gran carpa: habían estado esperando la llegada de Baba durante horas. Raisaheb Ramashankar había organizado todo, y llenaban el aire los ecos de “¡Avatar Meher Baba Ki Jai! ¡Avatar Meher Baba Ki Jai!”. Dos años antes, los corazones de los habitantes de Jarakhar se habían encendido durante la Vida Libre y Ardiente de Baba. Ese día ardieron con más brillo que nunca celebrándolo. Tan pronto llegó Baba, se inició el darshan y, una persona tras otra, entre miles de ellas Baba distribuyó prasad. Todo el distrito, embargado de amor a Baba, entonó continuamente cánticos de alabanza desde el dais. ¡Se veían almas embriagadas, ¡extasiadas en el amor de Baba! Su embriaguez aumentó cuando fue leído en voz alta este mensaje titulado “El amor divino”:
Mi mensaje siempre ha sido y siempre será amor divino. Cuando uno ama a Dios de todo corazón, al final desaparece en el Amado y entra en la Vida Eterna de Dios.
A semejanza de un árbol, este amor tiene ramas: ramas de devoción incondicional, de no-violencia perfecta, de perfecto servicio desinteresado, de abnegación, de sacrificio personal, de renunciamiento, de verdad y de aniquilación del ego.
En este amor se corporizan todos los yogas conocidos por los santos y por los buscadores. El aspecto supremo de este amor, que sobrepasa al del amor mismo, es el de completa entrega a la voluntad del Amado, o sea, absoluta obediencia a sus deseos, a cualquier costa.
— Bhau Kalchuri, Lord Meher XII.